Hacia una nueva masculinidad en las relaciones amorosas

Hacia una nueva masculinidad en las relaciones amorosas


Por Mitsi Nieto*

Charlando con mi hijo de cinco años aprendo muchas cosas de los varones. Hoy por ejemplo, en una charla casual me dijo:


Él: Gwen (un personaje) es muy bonita, porque todas las mujeres son muy bonitas.

Yo: Uy con esas frases vas a conquistar muchas chicas

ÉL: Pero yo no quiero conquistar a muchas chicas, conquistar es como “conquistar el mundo” y yo no quiero eso.


Su frase fue contundente, pero más lo fue el escucharme como madre decir “vas a conquistar muchas chicas” cuando, como mujer me he enfrentado muchas veces a Don Juanes, coleccionistas de conquistas, deseosos de confirmar una potencia y un valor del que carecen, es decir: el valor para amar.


Conquistar el mundo es colonizarlo, dominarlo. Es un acto de violencia que el capitalismo nos enseñó. Para que haya un conquistador, hay alguien que fue conquistado, que perdió su poder. Generalmente se tiende a pensar en la mujer como esa figura desposeída, aunque en las nuevas generaciones parecería que ellas han tomado la batuta y anhelan ser tan violentas como ellos: seducirlos y desecharlos. Parecería por momentos ser el movimiento lógico de la revancha femenina, pero tampoco parece aportar mucho para ellas. Posiblemente el verdadero movimiento reivindicador sería de los hombres.


Para el psicoanálisis la postura del “conquistadore” está vinculada al Complejo de Edipo y al Complejo de castración, momentos del desarrollo psicosexual en que tanto el varón como la mujer descubren la diferencia sexual y desean seducir al progenitor del sexo opuesto o a aquel que tiene esa función. Son grandes seductores, pero su misión es imposible y se descubren en falta, castrados. La niña nota que no tiene algo que el hermanito tiene y cree que ahí está su carencia (en realidad el niño también está en falta, pero eso no lo sabrá hasta mucho después). El niño por su parte teme perder el miembro varonil si no desiste en sus deseos de amor hacia la madre. Es entonces que niño y niña resignan este objeto de amor incestuoso, descubren que algo en ellos no es suficiente para tener a ese adulto amado y resignifican el objeto de amor, para ser capaces en su adultez de seducir a otro hombre u otra mujer, de preferencia lo más parecido posible al progenitor en cuestión.


Para la niña es sencillo relativamente descubrirse en falta, como decíamos, pero al niño le cuesta un poco más. Descubrir que su pene no es suficiente, que aún así algo le falta y que, como ser humano, siempre le faltará: no es inmortal, no está “completo”. Hombre y mujer se construyen a sí mismos como seres en falta.


Históricamente ambos, hombres y mujeres han tratado de “cubrir” esa falta inherente, humana, de modos distintos. La mujer a través de los adornos de su ropa y la belleza de su cuerpo atrae hombres que le den el amor y un hijo que aparentemente la “completan” aunque luego descubra que no es así (algunas hoy en día lo saben antes de intentarlo). El varón por su parte, deseará “conquistar” a una mujer, ser el amante (ella será la amada) darle lo que ella no tiene, ser su proveedor. Pero también descubre en algún punto que no puede “llenarla”, los seres humanos no se llenan, son seres deseantes, en falta siempre y esa falta produce el deseo y movimiento. Ese esquema de relación está basado en una cultura que hoy en día está en permanente cambio, los roles ya no son los mismos. 


Algunos hombres intentan entonces coleccionar “conquistas” como territorios en los cuerpos femeninos, que tanto temen y desean. Intentan ejercer su “potencia” aquella de la que dudan, por eso es necesario reafirmar su masculinidad en muchas, sin poder quedarse con una sola. Amar a una sola mujer requiere ser muy valiente, implica necesitarla y, por ende, estar en posibilidad de perderla. No cualquier hombre lo logra, sólo los más fuertes y valientes se atreven a amar (claro, también las mujeres, pero ese será otro artículo).


Veo con no poco entusiasmo que las generaciones actuales son cada vez más valientes, más auténticas, que si bien tienen mucho miedo al desamor, también aprenden a amar de otros modos. Cuando aman no “conquistan territorios” aman. Están más dispuestos a encontrar modos de vínculo amoroso. O al menos, eso es lo que comienzo poco a poco a ver entre los adultos jóvenes y los más pequeños.


Posiblemente esa es la principal conquista que la masculinidad tendría que hacer en la actualidad y muchos ya lo están haciendo: la conquista, la liberación de sus propios afectos, de su posibilidad de amar y de participar en el mundo de lo sensible, del que tradicionalmente la cultura patriarcal los ha excluido. Tal vez ya es hora de que los hombres fuertes, los que enfrentan sus miedos desde su amor, se rebelen; y que las mujeres los acompañemos en estas nuevas reivindicaciones de sus derechos.



* Mitsi Nieto Durán es Psicóloga por la UAM Xochimilco, Maestra en Clínica Psicoanalítica por la Universidad de León, en España. Maestra en Educación, por la UPN. Doctora en Ciencias Sociales, con especialidad en Educación, por la UAM Xochimilco. (Y muy orgullosa mamá de un varón). 

Correo: mitsinietod@yahoo.com.mx

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